Yo recuerdo en una sola imagen el sismo de 1985. Mi hermano y yo abrazados viendo como se mecia la lámpara en el techo de nuestra habitación: de los derrumbes de casas y edificios, de los damnificados y gente que falleció, absolutamente nada mas que los relatos que encuentra en diarios y lo que vió mi padre en su camino al trabajo.
Hoy que me tocó vivirlo con mucho mayor conciencia y presencia, es muy diferente.
Decidí salir a comer antes de mi hora acostumbrada, las 14:00, haciendo una escala en el baño que esta al exterior de la planta y da a las ventanas con vista al estacionamiento. Entre al baño, tome asiento y mi teléfono. No me dió tiempo de nada mas cuando escuche un tremor grave. De inmediato pense en el ruido de los aviones, que son comunes en la zona cercana al aeropuerto donde trabajo, pero algo no me pareció común cuando senti movimiento, como si estuviera mareado. Todo lo piensas en instantes y así reaccione que era un temblor, fuerte lo sentí por que no pude levantarme con facilidad y mucho menos colocarme el pantalón y el cinto en su lugar.
Abrí la puerta del baño y salí casi tropezando. Mi intención era regresar a la planta para ayudar a que el personal, en su totalidad mujeres, saliera lo más rápido posible. Ya me dirigía al pasillo cuando escuchaba gritos de las trabajadoras y alcanzó alguna a cruzar la puerta antes que saliera yo al pasillo principal que da a la escalera por donde bajaría la gente muy asustada. El interior de la planta estaba oscuro a falta de iluminación natural y solo una lámpara de emergencia de ténue luz, permitía a los que pudieran estar dentro, ubicar la salida. La supervisora de empaque ayudaba a otra compañera a salir de la planta baja, las dos tomadas de la mano mientras yo me colocaba al pie de la escalera para pedir que bajaran rápido. Eran miradas de terror y algunas lágrimas de miedo. Gente que no tiene figura atlética y edades encima de los 40 son el promedio, me hacían pensar que alguna pudiera tropezar y así entorpecer la evacuación. Las lámparas de gran diámetro se mecían sobre nuestras cabezas, creía yo que alguna pudiera desprenderse empeorando la situación.
La supervisora de producción en lo alto de la escalera me decía - "la química y Rosalba no salieron". Le replique que bajará de inmediato, yo pensaba en subir para sacarlas de ahí. El movimiento no me dejo y acompañe a todas que se quedaran en el punto de reunión del estacionamiento. Tal vez el temblor cesó, no recuerdo bien, y regresé a buscar a la química y Rosalba. Las encontré en el pasillo ya dirigiendose a la salida. Pregunté absurdamente "¿Por que no salen?", y las guié hacia abajo.
Regresé ya con ellas al punto de reunión donde hacían intentos de comunicarse alguién para saberlos con bien. Ahí reaccioné de la misma forma e intenté comunicarme con mi esposa y saber como estaban ella y mi hijo de un año recién cumplido. No había éxito, con las redes saturadas las llamadas eran imposibles, el Whatsapp y su intermitente funcionamiento me ayudo a ver que mis hermanos y mi papá estaban bien, al contestar por el grupo familiar con unos emojis de pulgar arriba.
Todo fué muy rápido, me pareció mucho el tiempo en el que no podía comunicarme con mi esposa. Encendí la radio de mi carro para escuchar noticias, 13:18 sonó la llegada del mensaje de mi esposa diciendo que estaban bien. Les llamé la atención a las operadoras, quienes horas antes habían bajado durante el simulacro de sismo, haciendo mofa del evento, no era mi ienteción regañarlas pero sabía que eso podía hacerlas reaccionar del estado de shock en el que se encontraban.
Una operadora me pidió que les dejará ir, para ver el status de su familia. Accedí y les pedí a todas que recogieran sus pertenencias y guardaran los materiales que estaban trabajando. Las instalaciones no presentaban daño alguno. Alguna de las personas mencionó que la barda frontal de la construcción vecina se balanceó como si fuera a romperse, y quedó inclinada hacia la calle.
Salí casí a las 2pm de la planta, el tránsito al momento era benévolo, escuchaba las noticiaas mientras recorría el circuito interior a 100 km/hr. Reportes de edificios derrumbados en la Condesa, en del valle, muy imprecisos aún, algunos cerca de la casa de mis padres en Iztapalapa. Aún no localizabamos a mi madre que había acudido a un desayuno de cumpleaños de una amiga en la zona de Coapa. En las partes altas del circuito buscaba con la mirada hacia la ciudad, señales que me indicaran cosas peores: humo, helicopteros, sirenas de ambulancia. Nada, solo expectativas negativas.
El tránsito en el circuito comenzó a detenerse al pasar por ermita, las salidas estaban congestionadas pero aún me dejaban paso libre. Tlalpan, Div del norte, Centenario, me salí en Universidad, pensando que mi esposa estaba en Sta Teresa e iría por ella y mi hijo, pero me mandó mensaje que en poco tiempo saldría a nuestra casa. Perdí algunos minutos en el paso para retomar el circuito interior y alcancé a llegar al nuevo paso a desnivel que ya estaba saturado en su paso a Molinos. Dudé en tomar hacia Barranca del muerto y de nueva cuenta dirigirme a Sta Teresa pero decidí mal y me seguí. En el tunel, todavía con intermitencia de señal y miedo de que ocurriera una replica, alcance a llamar al telefono fijo de casa de mis suegros y le pedí a mi esposa que no saliera, que se quedará ahí hasta que disminuyera el tránsito de la ciudad.
Recibí mensaje de mi papá; mi mamá estaba con mi tía en su casa. Alivio por la familia que ya se había reportado en general. Mi hermano, de paseo en Europa, mando un video de un edificio derrumbandose en la esquina contraria de la manzana donde vive. Mi papá comentó que se había caido un en Torreón y Viaducto. Me acongojé por que la oficina donde el estaba está sobre la calle de Toreón. Mi hermano menor, dijo que el Tec de Monterrey se había caído. Yo acababa de ver que en Lomas estrella había edificios colapsados. Había derrumbes en zonas demasiado cercanas a los integrantes de mi familia. Mientras, yo seguía atorado en el tránsito del desnivel y bajo tierra en Mixcoac pensando en la posible réplica del temblor ocurrido.
Pasó hora y media en lo que volvía a ver la luz del cielo. Mis excompañeros de la Univesidad se reportaban en otro grupo de "Whats", todos estaban bien pero un poco asustados. El locutor de radio mencionaba la tragedia en el colegio Enrique Rebsamen, se me encogió el corazón una vez mas, por los niños que pudieran estar ahí y por que también llegué a pasar numerosas ocasiones frente a el. Me pareció muy cercano. Regina se comunicó conmigo y le dije que estaba atorado en el tránsito, sin poder moverme. Me sugirió estacionarme y esperar, sin embargo, no había forma de orillarme y dejar el carro, de por sí ya estaba yo estacionado en el mar de vehículos con conductores desesperados pero serenos. Avance otros metros y parecía que se movía un poco. Un vehiculo se detuvo y los que venían en el interior se bajaron para empujarlo. En el avance los alcancé y pregunté que necesitaban. Se habían quedado sin gasolina. Reflexione y me agradecí a mi mismo por cargar combustible temprano por la mañana en el camino al trabajo, si no, habría sufrido la misma suerte. No pude ayudarles, -lo siento- les dije.
Mas adelante otro vehiculo se detenía frente a mí, el conductor bajó y trato de empujarlo. También le pregunté que sucedió. "Se acabó la pila, lo apagaba cada vez que nos deteniamos y lo encendía cada vez que avanzabamos, pero ya no arrancó". Le dije "no lo muevas, acerque el cofre de mi Jeep hasta quedar muy pegados, saque los cables pasacorriente y logramos que encendiera. Afortunadamente pude ayudar en una situación que el tránsito no permitía solucion pronta y pudiera empeorar por el hecho de otro vehículo detenido.
Volví a marcar a casa de mis suegros, preguntando como estaba todo al momento. Sentí hambre y estaba yo pellizcando un queso que recogí antes de salir de la zona de mi trabajo, pero no mitigaba la sensación. Estaba a la altura del colegio Simón Bolivar de Mixcoac, si podía llegar a la glorieta de Goya sobre patriotismo dejaría el carro ahí hasta que mejorara la circulación.
Pensaba yo en el colegio derrumbado, e imaginé el rostro de mi hijo debajo de una mesa, o escombros dentro de un salón de clases, me dió mucha tristeza. Los niños son esperanza e ilusiones para sus padres, que ahora solo sentirían angustia y dolor por verlos ahí atrapados. Mi mente iba de un lado a otro masticando sentimientos y experimentando miedo. Recordé lo que mi mejor amigo me contó cuando murió su hermana, exactamente 32 años antes, cuando el Instituto Cultural se derrumbó por el sismo del 85. Estaba distraido metido en esos pensamientos cuando ya había pasado una hora más y alcancé la glorieta donde muchas ocasiones me reunía con mi esposa antes de casarnos para tomar un café y vernos para platicar un rato durante el día.
Fué ahí donde ví un indicio de la gente de a pie, organizada para dirigir el tránsito. Los que traían motocicleta ofrecían transporte gratuito a los que no quería tomar el metro veían imposible el uso del transporte público. Desviaban la circulación sobre extremadura hacia periferico y Revolución, por que estaba totalmente lleno sobre Av Patriotismo.
Era caótico pero no había ruido excesivo de claxón, como si supieran que debían guardar silencio en respeto a los demás. Por mas extraño la amabilidad de la gente y comprensión de otras al cargarse de paciencia ante la situación de no poder avanzar. Una ambulancia urgida de paso, era dirigida por ciclistas. Los vehículos se orillaban sobre la ciclovía para dejar libre paso al sevicio de emergencia.
Busque un lugar donde comer. Un local de comida tipo asiática me convenció. Pedí y busque en las redes sociales, mas información al respecto. Solicitudes de ayuda en sitios colapsados eran lo que destacaba. Un grupo de personas, parecían compañeros de trabajo, comentaban sobre lo que ocurrió en forma graciosa, antes con el simulacro y depués con el temblor, para ellos era algo que sucedió muy lejos, como en otro país, después de todo ellos se encontraban sanos y salvo. Me pareció grosera la actitud, pero tal vez esa indiferencia es lo que necesitamos para poder pensar con claridad en un momento de emergencia. Comí tan pronto me trajeron lo que ordené: Un plato de ramen, con berenjena, hongos y otras cosas que recuerdo. Me pareció insipida, pero no por sabor, si no por que eran los sentimientos de tristeza que me abordaron una vez mas.
¿Que iba a hacer yo? Debía ir con mi familia, en bicicleta pensé. La ecobici, pero no hay, Compraré una decidí, pero no había lugar. Mejor, voy a casa a ver como está, recojo algunas cosas depués voy por mi familia.
Entre al metro Mixcoac, de esa linea que esta tan profunda que me recuerda al Balrog del señor de los anillos y me parece un refugio en caso de un improbable bombardeo a la ciudad. Apresuré el paso, mientras mas rápido entre, mas rápido saldré de aquí. No estaban cobrando, aun así la estación estaba demasiado vacía. No tardo mucho el tren en pasar y solo era una estación la que me separaba del destino. No me fije en las personas, pero había silencio. Algunas conversaban en voz baja, eran trabajadores en alguna obra, por que llevaban su ropa con rastros de cemento al igual que el cabello. Salí rápido apenas se abrieron las puertas y otros mas echaron a correr. Subí las dos escaleras electricas detrpas de ellos hasta que nos detuvo una persona que ocupaba el lado izquierdo de la escalera. Apenas tuve espacio y retome la marcha hacia afuera de la estación.
El trásnsito sobre San Antonio y revolución era pesado, a pesar de ser regulado por agentes de policia.
Cruce y camine con velocidad. Llegue pronto al edificio, todo parecía normal. Subí las escaleras, el elevador estaba fuera de uso, encontré a una pareja vecina del piso donde vivimos y me dijo lo que los demás ya habían dicho, sobre unas grietas a la altura de la ventana de uno de los cuartos, esa grita se repetía en al menos 3 de los 5 pisos por los que pase al subir la escalera. No me pareció grave y asi le hice saber a mi vecino. Ese muro solo sostiene la ventana, y los castillos estan dentro de los departamentos. Entré a mi domicilio esperando ver muchas cosas tiradas, no fué así. Tan solo algunos juguetes del cuarto de mi hijo y un Tie-fighter que tenia sobre unos DVD en lo alto el librero del cuarto de televisión. Fue tranquilizante eso para mí. Encendí la pantalla para ver noticias, y preparé una mochila con ropa, pañales, una lámpara, una radio de baterias, mis navajas y el monedero que olvide en la mañana.
Tomé un baño rápidamente, para quitarme el sudor por la caminata rápida de la estación de metro al edificio y principalmente para relajar un poco el cuerpo. las noticias ya eran de mayor gravedad. varios edificios colapsados y las labores de rescate ya comenzaban. Salí del departamento no sin antes, agradecer al creador por el bienestar de todos y pedir nuevamente protección.
Baje rápido las escaleras, cruce el pasillo, eche un vistazo a la construcción de la segunda etapa del condominio, evalué que no se veía daño y sali a la calle. El tránsito desapareció, ciculaban ya muy pocos vehículos y la luz de día comenzaba a disminuir. Pense en las labores de rescate que serían obstaculizaadas por la caida de la noche, y deseé que no cayera la lluvia.
De nueva cuenta al metro, no detuve mi marcha ni en las escaleras electricas, hasta llegar al anden que lucía completamente vacío. Para una película de terror
Me dí el tiempo de tomar una foto en lo que llegaba el tren, que también iba muy vacío. Ya tenía yo la intención de llegar lo mas pronto posible a Sta Teresa. Quería ver a mi hijo, a mi esposa. Ya no me detuve más y sali corriendo del tren y del andén. Salí de la estación y vi que las dos avenidas que estaban a reventar de carros horas antes, ahora estaban vacías. Compre un garrafón de agua y me dirigí al carro. Muy pocas personas se encontraban en la zona. Con precaución veía la gruá en el edificio en construcción justo donde deje mi carro, esperando que no pasará algo que se reporte como accidente en días posteriores y ser el titular de alguna columna noticiosa. Aprovechando la circulación, tome Patriotismo, extremadura y revolución. Di vuelta en Molinos hasta periférico que también parecía una calle fantasma. Si conté 20 carros en todo mi trayecto hasta el hospital Ángeles fue mucho. Habían abandonado las calles.
Llegué al condominio y deje el carro en un lugar de un vecino que siempre llega muy entrada la noche. Con las cosas que traía en el carro, subí las escaleras lo mas rápido que pude, alumbrando con la lámpara que llevaba y cuidando de no golpear con mi cabeza las lámparas que estan en el techo bajo de cada piso. Toque la puerta y me abrió mi esposa. El departamento estaba a oscuras como el resto de la unidad y solo unas cuantas velas alumbraban un poco. Deje las cosas dentro y le dí un fuerte abrazo, pregunté por Leonardo. Está durmiendo en el colchon del cuarto. Lo ví, con su rostro tierno y un esbozo de sonrisa en la comisura de la boca. Estaba tranquilo, después de mucho tiempo estaba en casa con mi familia.
Las comunicaciones lentamente se recuperaban, la energía eléctrica regreso a los pocos minutos de estar yo ahí. Comentamos lo que habíamos vivido durante el sismo. Y nos enteramos de la tragedia en la ciudad. Como la gente acudió para ayudar de manera pronta. Ya había rescatados, ya se tenía noticias de fallecidos, damnificados, desaparecidos, edificios y casa colapsadas; pero mas del corazón de la gente y de una frase México esta en pie. Con la ciudad sufriendo esta situación también hizo que voltearamos a ver a los otros estados que les había ido mucho peor, en parte proporcional. La ayuda no se hizo esperar. Un México del que te sientes orgulloso y de la gente que lo hace grande.
Primos mios de que inmediato acudieron al Colegio Enrique Rebsamen o a la fabrica en Chimalpopoca y Bolivar, Otros acopiando recursos para ayudar. Transmitiendo mensjaes de ayuda y canalizando la misma para que los que puidean apoyar lo hicieran de la forma adecuada. Todos a una persona que en su vida habían visto, menos saber el nombre.
En las tragedias se aplica mucho esa frase, en la que hacemos una separación de gente a la que verdaderamente le importa, "A los amigos en la enfermedad y en la muerte".
Así pasó con la ciudad de México. Tras los edificios, casas, escuelas y otras construcciones derruidas por el muy fuerte movimiento sísmico, salieron las manos de ayuda. No eran los amigos, no eran familiares, eran miles de manos desconocidas y aun temblorosas por el miedo, que comenzaron a mover piedras que atraparon a decenas de personas. No era gente capacitada en emergencias, ni siquiera sabian palear arena, grava...que se yo. Pero si sabían moverse para brindar ayuda inmediata.